Director del Instituto Español de Oceanogragía
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Miquel Massutí Alzamora

Miquel Massutí Alzamora por Miquel Massutí Oliver

 

Una nueva generación, joven y entusiasta, ha venido a engrosar los miembros de la sociedad científica mallorquina desde los años cuarenta, pero la mayoría, no ha conocido, o recuerda mal, la figura de Miquel Massutí Alzamora, que desde los años treinta hasta los cincuenta fue un forjador hábil y prudente, constante y silencioso, del renacimiento cultural intenso, de nuestras islas, a las que dedicó sus mejores horas, y no pocos y continuados afanes de su vida.

 

Miquel Massutí nació en Felanitx en el año 1902. Su padre, Miquel Massutí Roig, fue director del Banco de Felanitx y su madre, Magdalena Alzamora Riera, que era una mujer de extraordinaria cultura, le preparó para los primeros años de bachillerato, estudios que más tarde acabó en Palma, donde obtuvo el título de bachiller en 1918. En la Universidad de Barcelona cursó, después, la carrera de Ciencias Naturales, por la que, desde muy joven sentía una especial atracción. Se licenció en 1924 y se doctoró en la Universidad de Madrid en 1942, con la tesis sobre los copépodos de la bahía de Palma. Desde 1925, ingresó como becario en el Instituto Español de Oceanografía, e hizo las prácticas en el laboratorio de Palma. Cuando en 1927 se convocaron oposiciones para la plaza de ayudante de laboratorio en el mismo centro, la consiguió con brillantes ejercicios. En 1928 ingresó como miembro de la Real Sociedad de Historia Natural de Madrid, que en aquellos tiempos de escasa especialización reunía casi la totalidad de naturalistas españoles. Sus primeros trabajos científicos versaron sobre el plancton de la bahía de Palma, trabajando y publicando conjuntamente con el director del Laboratorio, el Dr. Francisco de Paula Navarro, primeramente en los locales del edificio de Portopí y, posteriormente, en el nuevo edificio que se edificó en s'Aigo Dolça. La atracción que ejercieron sobre él estos primeros estudios sobre el plancton, motivaron, más tarde, que se desplazara al extranjero (1928 y 1931) para seguir más directamente las enseñanzas de los más famosos investigadores en estas materias, los profesores Paulsen y Rose, lo que representó el desarrollo y la especialización de estas investigaciones, de las que fue uno de los primeros y más fervientes pioneros en nuestro país.

 

Dentro del entorno social de los años treinta, el debate político se intensificó en todos los niveles, incluso en el científico y cultural, ya que la República representaba una gran esperanza. El regionalistas retrocedieron hasta el punto de desaparecer como fuerza política. Sólo a partir de la Asociación para la Cultura de Mallorca y de otras sociedades económicas y sociales, se promovió el primer anteproyecto de Estatuto de Autonomía para Mallorca e Ibiza, retirados los representantes de Menorca. El parlamento de España se debatió la posibilidad de federar las regiones autónomas, conjuntamente con la separación del Estado y la Iglesia, y el voto de las mujeres; todo ello con una influencia decisiva desde 1933. Miquel Massutí implicado en este entorno sociocultural y político, firmó la Respuesta al Mensaje de los Catalanes y el anteproyecto de Estatuto de Autonomía. Militante del Partido Republicano Federal, al comenzar la Guerra Civil fue detenido y encarcelado en Can Mir. Todos estos hechos marcaron, ya para siempre, tanto física como espiritualmente, el devenir de Miquel Massutí.

 

Ya en la posguerra, en 1940, es nombrado director del Laboratorio Oceanográfico de Baleares, en Palma, y ​​posteriormente, en 1944, profesor adjunto de la Sección de Biología Marina del Instituto de Biología Aplicada del CSIC. En 1948, le llegó una distinción internacional, que la honraba plenamente, ya que demostraba la estimación que se le tenía en el extranjero y su obra en el ámbito internacional: el nombramiento de vicepresidente de la Comisión Internacional para la Exploración Científica del Mediterráneo, con sede permanente en Mónaco.

 

Espíritu inquieto, amante de la tierra que lo vio nacer, dedicó también no poco tiempo a otras actividades relacionadas con la cultura general de nuestras islas. La figura de Ramón Llull le sedujo desde sus libros, en los que en plena época medieval comenzó a exponer determinados temas, como la teoría lul·liana de las mareas, la brújula, la alquimia y tantos otros. Todo esto lo llevó a ser nombrado profesor, en 1943, y posteriormente Magister de la majoricensis Schola Lulistica, a la presidencia de la Asociación para la Cultura de Mallorca y colaborar con mucha frecuencia en la revista Nostra Terra, así como a ser miembro, siempre muy activo, de la Sociedad Arqueológica Lul·liana.

 

[...]

 

Alto, delgado, de carácter alegre y acogedor, amigo de todos, Miquel Massutí, atraía todos aquellos que sentían afición por los estudios de la naturaleza. Por ello, no es extraño que en su entorno se extendiera la semilla que en esos días de posguerra, entre 1946 y 1947, resultaba propicio para agrupar los naturalistas amantes de las ciencias naturales y existentes en Mallorca, dispersos unos en Palma y otros en diferentes pueblos de la isla. El momento resultaba oportuno, y de esta manera, en Navidad de 1947 se reunieron con Miquel Massutí, uno grupo de profesionales, como el boticario Gamundí (bien conocido por sus trabajos sobre diatomeas) y el botánicos Palau, Garcies y Cañigueral y otros que se dedicaban a grupos de insectos, moluscos, aves o rocas y minerales. Estos, reunidos en el Colegio de Farmacéuticos de Palma, trataron la creación de una Sociedad que dedicara especial preferencia a esta clase de estudios, a la vez que se trataba de reunir de esta manera todos los elementos dispersos por todo el isla, para emprender el estudio de la flora, la fauna y las estructuras geológicas insulares. El doctor Massutí desplegó su actividad en este sentido y con amabilidad y entusiasmo logró reunir un primer grupo, que representó el primer conjunto de la futura Sociedad de Historia Natural de las Baleares. Como delegación regional de la Real Sociedad Española de Historia Natural de Madrid y con el compromiso de publicar exclusivamente en el boletín de la mencionada sociedad, este grupo funcionó durante los primeros años. En 1954, la Sociedad de Historia Natural de Baleares alcanzó su plena independencia, se separó de la de Madrid y publicó su propio boletín gracias a sus miembros y a la disposición económica de diversas entidades locales. Massutí fue elegido presidente y desde sus primeros meses supo encaminar todo el grupo en una fecunda actividad: conferencias, noticias, hallazgos, citas, etc., fueron apareciendo en las páginas de sus primeros boletines. La sede de la nueva entidad se ubicó durante aquellos años en la sala de actos del mencionado Colegio de Farmacéuticos, donde se llevaban a cabo unas sesiones mensuales muy concurridas y se guardaban en sus locales las ricas colecciones botánicas de Palau i Garcies. Desgraciadamente, la tarea iniciada por todos los asociados no pudo ser alentada y seguida por su primer presidente, que nos dejaba prematuramente, tras una breve enfermedad, el 30 de diciembre de 1950. Pero, gracias a sus esfuerzos, la Sociedad, en gran parte creada y dirigida en su primer caminar, ha seguido su marcha regular y ascendente, año tras año, con el objetivo de conocer cada día más la naturaleza de nuestras islas. Sus estudios en el campo de la biología marina fueron los primeros que abrieron ampliamente el camino del conocimiento del plancton del Mediterráneo occidental, los cuales se mantienen útiles y eficaces todavía hoy.

 

Su vida y su labor diaria se vieron truncadas en la plenitud de sus mejores años de investigador, y no le fue posible alcanzar todos sus objetivos planificados. En 1950, murió en Palma, a los 48 años de edad, dejando todo un ejemplo de una vida cristiana dedicada a la ciencia, a su familia ya sus amistades. Los escribas hebreos, que dejaron escritas sus más antiguas creencias en la historia bíblica de la creación, estaban convencidos de que una vez que Dios creó el océano dejó que el Sol y la Luna brillasen sobre el mismo, antes de que empezaran a aparecer los primeros animales, los que nadaban y, después, los que volaban. Y pasó otro "día bíblico" antes de que los animales de la tierra y, por último, el hombre, estuvieran presentes sobre la Tierra. Podríamos preguntarnos por qué los primeros pueblos semitas, que dejaron prueba escrita de las convicciones ancestrales miles de años antes que Darwin concibiera su teoría de la evolución y la selección natural, pudieron presentar una cronología -aunque fuera en forma de parábola- tan ajustada a los hechos reales, que han sido reconstruidos por los modernos paleontólogos, tras difíciles excavaciones y observaciones científicas. Alguien lo podrá atribuir a la inspiración divina y otros, en un ingenioso razonamiento de pensadores antiguos. Sea cuál fuera el caso, disponemos actualmente de pruebas científicas de que la vida comenzó realmente en el mar y, gracias a la moderna ciencia, tenemos capacidad de entender por qué fue así y por qué la vida en la Tierra seguiría siendo aún imposible, tanto ahora como en el futuro, sin la vida en el mar. De todo ello, parece resultar la ley: la vida animal en el estado de célula apareció en el mar y ha procurado conservar siempre, a través de la serie zoológica, sus células en estado marino. Recuerdo que me decía mi padre que un organismo vivo, por elevado que sea su lugar dentro de la escala animal, parece un verdadero acuario marino en el que viven, en las condiciones acuáticas de su origen, las células que lo constituyen; se podría decir que cada ser vivo conserva un trocito de mar en su interior. Y todo esto, que puede parecer como una figura, entre poética y bioquímica, creo que en nuestro caso de mallorquines, isleños y biólogos mediterráneos, que llevamos el abolengo de mar en los huesos, es una verdad real e, incluso, una necesidad para vivir.